Desde el 2000, todos los 8 de junio se conmemora el Día Internacional de los Tumores Cerebrales, una dolencia que, según los últimos datos relevados por el Observatorio Global del Cáncer (Globocan) en 2020, afectó a más de 305 mil personas en el mundo
“La palabra tumor hace referencia a cualquier estructura que ocupa un espacio donde no debería estar”, explicó a Infobae Franco Rubino, neurocirujano miembro de la AANC (Asociación Argentina de Neurocirugía). En ese sentido, el experto formado en el Hospital Posadas señaló que estas conformaciones reciben el nombre de LOE (Lesión Ocupante de Espacio), las cuales “puede ser de origen infeccioso, un cuerpo extraño o una neoplasia. Neo proviene de ‘nuevo’ y plasia de ‘formación’. Por ende, en oncología se denomina neoplasia a cualquier ‘nueva proliferación celular’”.
En ese sentido, Alejandro Guillermo Andersson (MN 65.836), médico neurólogo, neurofisiólogo y director médico del INBA (Instituto de Neurología Buenos Aires), aseguró: “Un tumor es una masa de tejido de una parte del organismo cuyas células han sufrido un crecimiento anormal y no tienen en realidad una función específica o fisiológica. Muchas veces, estos tumores o células tienen la tendencia a invadir otras partes del cuerpo y esta particularidad sirve para diferenciar lo que conocemos como tumores benignos que están por lo general rodeados por una cápsula y que no se extienden a otras partes del cuerpo; de los malignos, que proliferan, invaden e infiltran los tejidos y los órganos sanos del organismo, y tienen la capacidad de enfermedad gravemente a estos pacientes”.
“Es crucial de entender que tumor no es sinónimo de cáncer. Los seres humanos producimos células defectuosas o con potencial cancerígeno siempre, pero existen mecanismos que mandan a esa célula a la muerte celular (apoptosis), pero cuando esos mecanismos fallan se produce la proliferación incontrolada”, señaló Rubino. Y profundizó: “En el caso de los tumores cerebrales malignos, las metástasis son a otras regiones del cerebro o de la medula espinal, ya que la Barrera Hemato Encefálica (BHE) no permite la diseminación como en otros cánceres (pero tampoco permite la llegada de quimioterapia)”.
Según resaltó el experto argentino que actualmente se desempeña en el área de investigación de Departamento de Cirugía de Base de Cráneo del MD Anderson Cáncer Center, de la Universidad de Texas (Houston, TX), los tumores benignos tienen una velocidad de proliferación muy baja y al microscopio sus células no presentan criterios de malignidad, mientras que los malignos son todo lo contrario.
“Los tumores puede originarse en diversas células del cerebro. Existen tumores de células de sostén (gliomas), tumores de las neuronas, tumores que se originan de las envolturas del cerebro (meningiomas), tumores de la glándula hipófisis (adenomas hipofisiarios), de la pineal (pineoblastomas), de las vainas de los nervios (neurinomas), y de las células de la médula espinal, entre otros”, dijo Rubino.
El neurólogo advirtió, a modo de ejemplo, que en la institución norteamericana en la que se desempeña, según el Registro Central de Tumores Cerebrales de EEUU (CBTRUS, por sus siglas en ingles), “el 70% de los tumores cerebrales son benignos y el 30% malignos, siendo que los meningiomas representan más de la mitad de los casos de tumores benignos y los adenomas hipofisiarios un tercio; mientras que entre los malignos, casi el 80% son gliomas (entre ellos el glioblastoma, la patología de Gerardo Rozin)”.
“Los tumores, según el tipo, tienen diferente velocidad de crecimiento, propagación, que les da características distintas, síntomas diferentes, y que además dependen muchísimo del lugar, de su ubicación, tamaño y tasa de crecimiento, que son los elementos más importantes en cuanto a los síntomas que va a sufrir ese paciente o lo que lo va a llevar a la consulta médica”, agregó Andersson. “Cualquiera sea el caso, benigno o maligno, siempre debe haber una consulta con el oncólogo, porque no trata solamente los malignos, trata y realiza seguimiento de todos los tumores en general”, recalcó Rubino.
Es por eso que aclaró que, en caso de ser benigno, dependerá de la localización del tumor. “El cerebro es vital y se encuentra en una caja rígida: el cráneo. Esos casos anecdóticos que vemos en televisión de tumores gigantes ocurren en áreas como el abdomen, donde tienen espacio para crecer. Por ende, en el cerebro, un tumor puede ser benigno pero ‘maligno’ porque esta en un lugar de difícil acceso quirúrgico para una exéresis (extracción) total”.
Cuáles son los síntomas
Los primeros signos de alarma son los síntomas, ya que se trata de una enfermedad que afecta a un grupo “reducido” de personas. Según los últimos datos estadísticos suministrados por el Instituto Nacional del Cáncer en la Argentina, en 2020 se detectaron más de 130 mil nuevos casos de cáncer en ambos sexos, de los cuales el 1,4% fueron tumores encefálicos y de la médula espinal. “Si bien el numero parece pequeño, debemos recordar que los tumores cerebrales son el segundo cáncer mas frecuente en este grupo (después de las leucemias)”, explicó Rubino.
“Los pacientes se pueden quejar de dolores de cabeza, dolores de cabezas distintos, náuseas o vómitos, de problemas de la visión o visión borrosa, de trastornos de la sensibilidad, o de la movilidad de un brazo, de una pierna, trastornos del habla, problemas de equilibrio, algunos pacientes pueden presentar confusión y otros cambios de la personalidad, muchos pacientes pueden tener una crisis convulsiva, como si fuera una primera crisis epiléptica, y otros problemas auditivos. Siempre que uno tiene síntomas o signos que son persistentes, que preocupan, son llamativos y nuevos, hay que consultar al médico”, señaló Andersson.
Al tiempo que Rubino indicó: “Un simple dolor de cabeza que ya tuvo en el pasado no debe alarmar al paciente. En medicina tenemos escalas de complejidad, y el médico de familia o el generalista tiene un rol fundamental para sospechar y derivar el paciente a tiempo”. Asimismo, en consonancia con Andersson, agregó que, además de estos síntomas persistentes, que preocupan, llamativos y nuevos, hay que tener en consideración si se cuenta con antecedentes de tumores cerebrales en 2 o más familiares directos de primer o segundo grado de consanguineidad (padres, hermanos, abuelos).
“Además, conviene consultar espontáneamente a un médico, ya que puede haber una predisposición familiar”, destacó el neurólogo radicado en Estados Unidos y explicó que “para el diagnóstico es fundamental la Resonancia Magnética Cerebral, preferentemente realizada en equipos de alto campo magnético (mayor a 1 Tesla), esto permite mayor cantidad de detalles al momento de analizar el estudio”.
Cuáles son los tumores más comunes
Según explicaron, los tumores más comunes son:
– Meningiomas: son los más frecuentes y pueden tener una localización diversa. Más del 80% son benignos (grado 1 de la OMS) y su tratamiento es quirúrgico por excelencia. Si bien existen muchos casos de tumores pequeños asintomáticos, a los cuales se les realiza solo seguimiento y en caso de crecimiento o síntomas se los opera. “Por más que sea benigno, que solo el patólogo puede confirmarlo, el 60% vuelve a crecer en los próximos 15 años, por ende siempre es importante continuar el seguimiento con el neurocirujano de cabecera. En tanto, los malignos van a requerir otros tratamientos, además de la cirugía”, dijo Rubino.
– Adenomas de hipófisis: en estos casos los neurólogos trabajan junto al endocrinólogo, ya que se encuentran en una glándula productora de hormonas. “Existen tumores secretores o funcionantes y no secretores o no funcionantes y determinar esto es crucial. Si el tumor es secretor de una hormona llamada prolactina (produce la leche materna), el tratamiento inicial es médico y no quirúrgico; y es el único en el que se aplica esta estrategia”, explicó Rubino y agregó: “Los adenomas de hipófisis pueden producir déficit visual y, si son funcionantes, síndromes hormonales”.
– Gliomas de bajo y alto grado (glioblastomas): “Mientras en los tumores benignos la cirugía es la clave, y en este sentido la Argentina cuenta con cirujanos excelentes con gran habilidad, cuando hablamos de malignos la cirugía representa un tercio del tratamiento, requiriéndose de las llamadas terapias adyuvantes, que son la radioterapia y la quimioterapia (hoy llamada terapia sistémica por el gran avance de la inmunoterapia en otros cánceres)”, explicó Rubino. En ese sentido, advirtió que ante esta posible enfermedad, “el tratamiento depende de lo que uno observa y la última palabra la tendrá el resultado de la biopsia, donde se confirme el ‘nombre’ y el grado del tumor”. “Es importante remarcar que Glioma de bajo y alto grado son términos que igual significan maligno, lo único que difiere es la velocidad de crecimiento y la expectativa de vida del paciente (entre 10-15 años para bajo grado y menos de 18 meses para el Glioblastoma). Es decir, el paciente se trata pero no se cura”, aseveró.
Cuáles son los factores de riesgo
Según explicó Andersson, “en la mayor parte de los pacientes con tumores cerebrales primarios no queda muy claro cuál es la causa que desencadena su afección, pero hay factores que se pueden considerar. Por ejemplo, la exposición a la radiación, cuando se enfrentaron a una radiación del tipo ionizante corren mayor riesgo de padecer un tumor cerebral. Esto sucedió con la población japonesa de Hiroshima y Nagasaki. Otro posible factor son los antecedentes familiares, donde pareciera que la genética juega un papel importante al aumentar este riesgo”.
Incluso, en palabras del director médico del INBA (Instituto de Neurología Buenos Aires), existen algunos tumores cerebrales que en realidad no se originaron en esta región, sino que son metástasis. “Imaginemos que una persona tiene un tumor maligno pulmonar, un adenocarcinoma, que puede dar metástasis en el cerebro. Entonces los profesionales de la salud debemos discriminar si el tumor es benigno, maligno, primario del cerebro o secundario al ser una metástasis que viene del resto del cuerpo”, detalló.
Cuáles son los tratamientos
Para ambos expertos, el tratamiento depende de la región en la cual se encuentra. “El tumor puede ser resecado completamente si se encuentra en un área que no afecte el la movilidad, el habla o las funciones vitales (áreas elocuentes). Cuando está en estas zonas existen técnicas para resecar lo máximo posible sin dañar al paciente, como son el neuromonitoreo (evalúa tumores en área motora) y la Cirugía Despierto (para tumores en el área de la comprensión o el lenguaje). Ésta ultima es un arma fundamental para preservar funciones cerebrales en tumores de localización muy riesgosa, pero lamentablemente muy pocos lugares llegan a realizarla en Argentina”, señaló Rubino.
En caso de que se trate de un tumor inoperable por su ubicación, los expertos pueden ofrecer biopsias y cirugía ablativa con laser (LITT, por sus siglas en inglés). “Esta terapia se realiza con técnicas de estereotaxia para implantar un catéter que realiza ablación térmica en el centro tumoral. Últimamente se utilizan brazos robóticos para optimizar la colocación del catéter con excelentes resultados (la ablación es una técnica que recién esta llegando a la Argentina, pero en centros privados y sin el uso de robótica)”, dijo el neurólogo que se desempeña en el área de investigación de Departamento de Cirugía de Base de Cráneo del MD Anderson Cáncer Center, de la Universidad de Texas (Houston, TX).
El paso siguiente, según los expertos, es la terapia adyuvante y la radioterapia. “Actualmente se realiza radioterapia convencional/modulada (IMRT) o radiocirugía (según el tamaño de la lesión), que consisten en la administración de radiación ionizante. En mi lugar de trabajo, el centro de radioterapia dispone tanto de radiación ionizante y terapia con protones (Proton Beam Therapy), que no existe aún en Latinoamérica. Es crucial que, luego de la cirugía de un glioma, el paciente acceda al tratamiento radiante en tiempo y forma. Si no, cuando los pacientes llegan burocráticamente a conseguirla, el tumor volvió a crecer”, resaltó Rubino y añadió: “La terapia radiante, que sigue a la sistémica, incluye otro abanico de opciones”
“Existen ensayos clínicos en fases 1 o 2 que aplican vacunas para el tratamiento de los gliomas u otros cánceres cerebrales. Esta tecnología se apoya en el uso de virus con tropismo cerebral (como la tecnología con adenovirus que se uso para desarrollar vacunas) o células modificadas in vitro que interactúan con las células tumorales induciendo su eliminación”, dijo el neurólogo. Y concluyó: “Los tumores cerebrales son relativamente raros, comparados con otros tumores más frecuentes, como son colon, mama o pulmón. Lamentablemente el acceso a las diferentes opciones terapéuticas es muy heterogéneo. Como cirujanos muchas veces nos esforzamos en operar al paciente con un tumor maligno rápidamente, pero si las otras dos patas del tratamiento demoran en llegar nuestro trabajo es en vano. El paciente pierde tiempo de vida, que por mas que sean unos meses extras, para él y su familia son eternidades”.
Y Andersson agregó: “Los pacientes que han sido tratados y -en algunos casos curados-, muchas veces pueden presentar secuelas neurológicas por el área que dañó el tumor o la que se dañó al extirparlo. Allí resulta fundamental la kinesiología, la terapia ocupacional, la terapia del lenguaje. Cuando se trata de la población pediátrica las clases de apoyo permite ayudarlos a afrontar todo lo que tenga que ver con memoria, pensamiento, aprendizaje, alteraciones comunes después de un tumor cerebral”.