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Termina una época de festividades y comienza un nuevo año que suele despertar el deseo común de adelgazar y reanudar la actividad física a partir del 1 de enero. Independientemente de las razones que motiven a cada persona, la realidad es que ya no se trata meramente de una resolución más para el nuevo año. El sobrepeso y la obesidad van en aumento y es hora de enfrentar la situación.

Estamos ante una pandemia de dimensiones colosales. En cuatro décadas se ha triplicado el número de personas obesas en el mundo: 1,900 millones tienen sobrepeso y 650 millones tienen obesidad. Esta acumulación excesiva de grasa altera el funcionamiento corporal y la calidad de vida, con efectos perjudiciales en la salud a corto y largo plazo.

América Latina, junto con Estados Unidos, tiene la prevalencia más alta de exceso de peso: el 62% de los adultos tienen sobrepeso o son obesos. Esta epidemia también afecta a los niños y a los adolescentes, de los que un 20% o 25% presentan tasas de exceso de peso. Además, ha superado las barreras socioeconómicas, afectando a los países de ingresos medios o bajos cuando solía ser una preocupación principalmente en los de ingresos altos.

Las tasas de obesidad infantil aumentan sin tregua convirtiendo este problema en uno de los mayores desafíos para la salud en el siglo XXI. El número de niños menores de cinco años con sobrepeso u obesidad va en aumento, lo cual además de ser apremiante en términos de salud infantil, es un indicador de la obesidad sostenida en adultos, con los problemas colaterales que esto genera. Cada vez hay más enfermedades no transmisibles y muertes que se asocian a dolencias producidas o agravadas por el sobrepeso, como las cardiovasculares e, incluso, algunos tipos de cáncer.

¿Por qué somos cada vez más gordos?

El sobrepeso y la obesidad son una combinación de condiciones estructurales que inciden en los hábitos de las personas con otros determinantes sociales de la salud. Por un lado, se ha producido un aumento significativo en el consumo de alimentos de alto contenido calórico y escaso valor nutricional, ricos en azúcares y grasas. Por otro, ha disminuido dramáticamente la realización de actividad física como consecuencia de la adopción de estilos de vida cada vez más sedentarios.

En Chile, por ejemplo, se han encendido las alarmas. Según la Encuesta Nacional de Salud de los dos últimos años, el sobrepeso, la obesidad y la obesidad mórbida afectan a un impresionante 74.2% de la población. Además, el 86.7% de los chilenos lleva una vida sedentaria: 9 de cada 10 personas no practica deporte ni realiza actividad física fuera de su horario de trabajo, durante al menos 30 minutos, tres veces por semana. Las cifras no parecen variar mucho entre hombres, mujeres e incluso adolescentes, de los que el 73.5% son sedentarios. Además, el consumo de frutas y verduras es bajo y solo el 15% de la población sigue la recomendación nutricional de la OMS de consumir cinco o más porciones de frutas y verduras durante el día.

Las consecuencias están cobrando factura. Uno de cada once chilenos muere por causas atribuibles al sobrepeso o la obesidad que, junto con el consumo del alcohol, la hipertensión y la ingesta de sal, es uno de los principales factores de riesgo para una mortalidad prematura. Las enfermedades crónicas relacionadas tampoco dan tregua: 27.6% de la población tiene presión arterial elevada, requiere tratamiento médico o reporta ser hipertensa, cifra que se eleva a 45.1% entre los 45 y 64 años y que supera el 74% en mayores de 65 años. La diabetes mellitus se ha triplicado en 15 años y afecta al 30% de los mayores de 65 años.

El panorama exige acciones inmediatas

Estas son las recomendaciones de la OMS a nivel global para combatir esta tendencia:

•    Estimular el consumo de alimentos saludables y limitar los altos en grasas, sal y azúcares

•    Promover la actividad física

•    Mejorar el control nutricional en las embarazadas

•    Incentivar la lactancia materna exclusiva

•    Mejorar el control de peso y consejería nutricional en niños y adolescentes

Ya el Ministerio de Salud chileno, mediante su nueva Política Nacional de Alimentación y Nutrición, está dando pasos importantes para favorecer estilos de vida más saludables, como la regulación del etiquetado y la publicidad de alimentos con mejor información al consumidor sobre la composición nutricional de los alimentos, también medidas que restrinjan la venta de alimentos poco saludables en el entorno escolar. Otros países como Ecuador, con su Plan Nacional de Alimentación y Nutrición del Ministerio de Salud, o México, con la Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes, dan cuenta de los esfuerzos que se están haciendo en la región.

Para que triunfen, este tipo de políticas necesitan de instrumentos regulatorios, mecanismos de coordinación y sistemas de vigilancia que informen sobre los avances en los hábitos y las condiciones de salud de la población. Un proyecto ambicioso para un problema pesado, pero cuya atención es urgente.

* Patricia Jara es especialista en Chile de la división de Salud y Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Este artículo se publicó en el blog Gente Saludable del BID.

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