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La prohibición de fumar en espacios cerrados no impide que las toxinas del humo de los cigarros encuentren la manera de llegar a esos lugares, según un estudio que publica hoy en Science Advances.

Un grupo de ingenieros medioambientales de la estadounidense Universidad de Drexel descubrió que los residuos químicos del humo del tabaco (humo de tercera mano), que se pegan a las personas y las cosas cercanas, “pueden encontrar la forma de llegar al aire y circular por edificios en los que nadie ha fumado”.

Esos productos químicos del humo de tercera mano pueden adherirse a partículas de aerosol, lo que les abriría las puertas a ambientes donde está prohibido fumar.

Por ello “es probable que la gente esté expuesta a más de estas sustancias químicas dañinas de lo que se pensaba anteriormente”, indica un comunicado de la Universidad.

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El estudio profundiza en la comprensión de hasta qué punto pueden estar extendidos los productos químicos del humo de los cigarrillo, incluso en un ambiente interior donde no se permite fumar.

El profesor Michael Waring, de la Universidad de Drexel, indicó que la prohibición de fumar en edificios o en sus proximidades, como puede ser el caso de hospitales, “frecuentemente solo sirve para proteger a las poblaciones no fumadoras del ‘humo de segunda mano’ (fumadores pasivos)”.

Sin embargo, el estudio muestra que “el humo de tercera mano, del que nos estamos dando cuenta de que puede ser tan dañino para la salud como el de segunda mano, es mucho más difícil de evitar”.

Peter DeCarlo, otro de los firmantes del estudio, explicó que las partículas de aerosol están en todas partes suspendidas en el aire y se sabe que no son buenas para la salud.

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El hecho de que el humo de tercera mano pueda adherirse a esas partículas de aerosol, como lo hace a la ropa o los muebles de un fumador, significa que esos químicos potencialmente tóxicos “se encuentren en lugares que no esperábamos”, agregó el experto.

El equipo estudió el transporte de partículas desde el exterior al interior buscándolas en un aula docente vacía donde estaba prohibido fumar.

La composición de estas partículas, medida por un espectrómetro de masas de aerosoles durante varias semanas, proporcionó una visión detallada de las diferencias químicas entre las partículas en el aire exterior e interior.

En un aula vacía, donde durante algún tiempo no se había fumado, los expertos encontraron que el 29 % de toda la masa de aire interior contenía especies químicas de humo de tercera mano.

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“Aunque la mayor parte de las personas esperan exponerse a los gases de los tubos de escape de los coches o a otros químicos en bajas concentraciones cuando están en el exterior, tienden a pensar que se libran de todo ello al estar en lugar cerrado”, indicó DeCarlo.

Sin embargo, advirtió “comprender que estamos expuestos constantemente a esos (productos) químicos, incluso en nuestros puestos de trabajo, es un reto que debe comunicarse a la población en general”.

jpe

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