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«Estaba saliendo con alguien y por confiado no me cuidé. Cuando me diagnosticaron lo primero que se me vino a la cabeza fue que me quedaban únicamente diez años de vida, ya que era lo que se rumoreaba en los principios de la enfermedad en los 80. Pensé que se me terminaba el carrete.» Joaquín Rodríguez, nacido en San Francisco, provincia de Córdoba, tiene 32 años. Fue en el mes de noviembre del 2011 que su vida cambió por completo tras abrir un sobre que decía que tenía la infección del Virus de la Inmunodeficiencia Humana.

«La verdad es que tenía mucho miedo, pero a medida que fue pasando el tiempo me informé un poco más y me encontré con una realidad totalmente distinta «, describió a Infobae.

Luego del diagnóstico inicial, Rodríguez se adentro en el mundo del virus para tratar de comprender qué era lo que iba a suceder en adelante en su vida: «En la primera entrevista me dijeron cuál era la medicación que iba a tomar, cómo vivir un poco con todo esto y ahí conocí a mi médico Marcos Marino, quien además es el presidente de la Fundación Rosas, y desde un primer momento me ayudaron a enfrentar la parte del contexto sociocultural que es más doloroso que la enfermedad en sí».

«Soy gay y en el colectivo hay mucho miedo por la falta de información o  interés del tema. Te encontrás con el rechazo, ya que muchas personas no tienen idea de lo qué es y tampoco lo que significa convivir con el virus. También me encontré con la lastima, con todo el mundo que te pregunta ‘¿te vas a morir?'».

Hoy hace siete años que convive con el virus y es no detectable. «Convivir con el virus no detectable significa que el tratamiento dio resultado y  que la carga viral es tan baja que no la pueden cuantificar los análisis de sangre. De este modo, mi condición hace que la transmisión a otra persona sea casi imposible, así que estoy muy contento por eso».

A pesar de que los primeros años fueron los más duros para el cordobés, fue en el 2012 que una amiga de su trabajo le comentó la idea de ir a comprar una bicicleta para ir pedaleando a Villa Carlos Paz. «Compré la bici y me fue gustando cada vez más porque encontré mi motivación», dijo Rodríguez. 

En el 2013 participó de su primera carrera en bicicleta de 82 kilómetros: «Fue de cabeza dura, no tenía una buena bici, pero yo sabía que si las fuerzas me abandonaban lo que me iba a hacer llegar era el corazón».

Fue así que lo que comenzó como un hobbie entre amigos, desencadenó una pasión que más tarde pudo ayudar a que su historia llegue a distintos puntos del país bajo el concepto «Pedaleando vivo». «Mi idea era llevar a cabo una campaña junto con la Fundación Rosas que elimine los prejuicios sobre el VIH y la discriminación de las personas que conviven con la infección», confesó el cordobés, quien con perseverancia fue de a poco logrando metas cada vez más difíciles.

Hoy a seis años de la compra de su primer bicicleta, el cordobés se propuso metas para seguir promoviendo mensajes y que las personas conozcan de a poco su historia y así el virus. «El año que viene está la carrera de 120 kilómetros por las altas cumbres, es un gran desafío en el que me estoy preparando con todo».

Y tiene un mensaje para aquellos que recibieron su diagnóstico: «Yo estuve en su lugar, sé que tienen miedo, que están enojados. Me gustaría pedirles que no se encierren, que busquen ayuda, si hay algo que los va a curar es el amor de los demás. Lo único que tienen que hacer para romper el estigma es entender que son personas normales para que los demás los vean como un par. Tenemos que tomar pastillas todos los días, usar preservativo como todo el mundo, dormir bien, hacer actividad física. Nada cambia al igual que todos nos tenemos que dedicar a vivir lo mejor que podamos».

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